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martes, 31 de enero de 2012

Código deontológico del entrenador

Traducción por Héctor V. Mora

Resulta cada vez más visible el aumento significativo del número y de la variedad de intereses que, época tras época, vienen surgiendo en la vida deportiva portuguesa.

Esta situación, conocida por todos, y por todos reconocida, acarrea consigo un manifiesto aumento de las presiones a las que están sujetos quienes directamente intervienen en aquella, hecho que los induce muchas veces a determinado tipo de comportamientos menos correctos que, de otra forma, podrían estar sustancialmente atenuados o hasta completamente proscriptos.

El dóping, el soborno, la mentira, el chantaje, la falsía, la hostilidad morbosa, los privilegios y la falta de respeto hacia los demás, constituyen en su totalidad aspectos de la realidad en la que el mundo del deporte se viene

transformando. Y si en algunos casos esto se debe a una consecuencia negativa y a una interpretación deformada de las exigencias cada vez más elevadas impuestas a esa práctica, en otras situaciones aparecen desdichadamente por mera imitación de sus aspectos más negativos.

Tal vez ya sea hora de que nos pongamos a hablar deportivamente, con ética deportiva y con nuestros valores educativos que, por definición, son privilegio del deporte.

Es sabido que el entrenador es sólo uno de los agentes a quien le corresponde desempeñar un papel importante en ese sentido. Como motor principal del proceso deportivo, como interlocutor-clave de todos los otros que en éste intervienen, tiene que asumir una función decisiva en la alteración progresiva de esta realidad en la que estamos cada vez más empeñados y que necesaria y gradualmente tiene que irse transformando.

El Código Deontológico que a continuación presentamos posee muchas afirmaciones merecedoras de una reflexión esmerada por parte de los entrenadores, si les interesa modificar los caminos peligrosos que se están recorriendo, contribuyendo de este modo a no permitir que la trayectoria hoy seguida por la práctica deportiva y por quienes en ella intervienen llegue en el futuro próximo a conducirnos al callejón sin salida del que nos queremos alejar.


l. Del entrenador consigo mismo

  • Conocer bien las materias que ha de enseñar y procurar aumentar la profundidad de ese conocimiento; estimular en sí mismo el deseo de aprender

  • Mejorar su capacidad de enseñar.

  • Tratar de transmitir siempre seriedad y entusiasmo al trabajo que realiza.

  • Esforzarse en ser honesto, paciente e imparcial.

  • Intentar estimular en sí el espíritu combativo, el equilibrio emocional, la atención y la capacidad de iniciativa.

  • Tener respeto para consigo mismo.

  • Saber mantener la disciplina.

  • Tratar de ser sincero y de tener buenas relaciones con los demás entrenadores, dirigentes, miembros del equipo técnico de apoyo, órganos de comunicación Social, padres de los deportistas, árbitros y principalmente, con los deportistas.

2. Del entrenador con los demás entrenadores

  • Respetar a todos los entrenadores, a sus ideas sobre la técnica, la táctica o las metodologías, aunque sean opuestas a las suyas.

  • No emitir públicamente juicios positivos o negativos sobre los otros entrenadores.

  • Tratar de ser miembro de una asociación que lo represente porque eso le ofrecerá un importante conjunto de referencias para la actividad desarrollada, constituyendo al mismo tiempo un lugar de encuentro e intercambio de ideas, un modo de verificar y confrontar algunas teorías y posiciones que merecen defenderse.

  • No emitir falsos elogios: es difícil ganar amigos, pero se necesita poco para crearse enemigos.

  • No discutir con los demás entrenadores, en presencia de los deportistas, sobre sus conceptos técnicos y tácticos, debiendo procurar que eso se efectúe más privadamente.

  • Nunca copiar a un colega, pudiendo no obstante adaptar alguna idea de otro, ajustándola a sus necesidades, a las posibilidades de su club, de su equipo o de sus deportistas, sin olvidar jamás hacer referencia a la fuente de origen.

  • Ser estimado por los otros entrenadores es el mayor cumplido que se puede recibir.

  • Creer que siempre es posible aprender alguna cosa con los demás entrenadores, sean ellos quienes fueren.

  • Respetar los compromisos establecidos con los clubes u otras entidades: un contrato es como empeñar la propia palabra, por lo que se debe respetar si también se quiere ser respetado.

  • Antes de establecer un contrato o dar la palabra a un club, efectuar siempre, primero, un análisis profundo sobre la decisión que se va a tomar. Procurar recoger informaciones sobre la orientación y la filosofía que están vigentes en aquel, pudiendo así comprender mejor las razones que indujeron su elección y prever lo que probablemente de él pretendan.

  • Colaborar siempre con el club en el que se ejerce la actividad, sin renunciar a los principios de coherencia y honradez defendidos; respetarse y respetar al club, siendo siempre leal con aquel.

  • Tener siempre presente que el equipo o los deportistas pertenecen al club, y como tales no son propiedad personal del entrenador.

3. Del entrenador con los órganos de comunicación social

  • Trabajar siempre en el sentido de obtener la confianza de los periodistas para ser, de esta manera, correspondido.

  • No entrar en polémicas con la comunicación social.

  • Colaborar con los órganos de comunicación social sin favoritismo alguno.

  • No prestarse a formular declaraciones cuando se está ofuscado.

  • Jamás condenar a la comunicación social en conjunto, sólo porque alguno de sus miembros traicionó la confianza en él depositada.

4. Del entrenador con los árbitros y jueces

  • Durante las competencias, no tener actitudes irónicas o teatrales tal comportamiento se transmitirá rápidamente a los deportistas. No es casualidad que se diga que el comportamiento de los deportistas es reflejo de la actitud de su entrenador.

  • Al concluir las competencias, en las declaraciones efectuadas a los órganos de comunicación social, no se deben formular afirmaciones tendenciosas o subjetivas sobre el comportamiento de los árbitros o de los jueces.

  • Recordar que el árbitro procura realizar su trabajo de la misma manera que el entrenador intenta cumplir con el suyo. Si los deportistas y los entrenadores pretenden ganar las competencias, los jueces y los árbitros pretenden dirigirlos según las reglas estatuidas.

  • Tener siempre presente que sin árbitros ni jueces difícilmente se consiguen realizar las competencias.

  • Si un árbitro no concuerda con el nivel de la competencia que se va a desarrollar, es preciso recordar que la culpa no es suya sino de quien lo nombró para ello.

  • En bien de las circunstancias y, asimismo, de algún modo, en bien del propio entrenador, hacer lo posible para garantizar un ambiente tranquilo en torno del lugar del encuentro. Todo eso favorece la existencia de un buen arbitraje.

  • Tener un comportamiento educado y disciplinado con los jueces y exigir idéntica actitud por parte de los deportistas.

  • Estudiar y conocer bien el reglamento correspondiente.

  • Confrontar sus conocimientos sobre las reglas de juego con otras personas, participando en debates sobre el tema, sin desdeñar la obtención de informaciones de los propios árbitros o jueces.

5. Del entrenador con los padres de los deportistas

  • Prestar la máxima atención a los padres cuando hablan de los problemas de sus propios hijos.

  • Es muy beneficioso definir bien el papel de los padres y del entrenador; en este sentido, y siempre que sea posible, evitar hablar con los padres sobre los problemas técnicos de la especialidad.

  • Cuando se hable con el padre de un determinado deportista, nunca criticar a otros deportistas.

  • Intentar convencer a los padres que sus controversias con los árbitros, antes, durante o después de las competencias, es un mal ejemplo para los hijos, además de ser negativo para el equipo y para el club.

  • Evitar los comentarios irónicos o las actitudes de desaprobación efectuadas por un padre de un deportista sobre un compañero de su hijo.

  • Es casi siempre decisivo conocer la situación familiar de cada deportista; cuanto mejor se conozca a los padres, mejor se conoce a los propios atletas y, de esta manera, mejor podrá ser la ayuda que se les ha de prestar.

  • No debe existir favoritismo alguno en relación con los padres de los deportistas, tal como no debe haber preferencia frente a los propios deportistas.

6. Del entrenador con los deportistas

  • Intentar establecer una relación individual, estrecha, con los deportistas. El entrenador debe interesarse sinceramente por los problemas personales de los mismos, debiendo hacerlo de modo que ellos puedan hablar con facilidad y franqueza, siempre dentro de los límites del respeto necesario.

  • Mantener la disciplina sin erigirse en dictador: poner más bien su ejemplo y la lealtad en juego, que el orden y el temor.

  • Estudiar y respetar la individualidad de cada deportista.

  • Procurar desarrollar en todos el mismo sentido de responsabilidad.

  • Enseñar a practicar la lealtad, la honradez y el respeto hacia los demás.

  • Considerar lo colectivo siempre primer lugar, sin sacrificar jamás la personalidad de cada deportista.

  • El equipo es como una cadena que no puede ser fuerte si uno de sus eslabones es débil.

  • Procurar aislar y proscribir el egoísmo, la envidia y el egocentrismo exagerado. Estimular en los deportistas el empeño, la lealtad, el deseo de victoria, el espíritu colectivo, la combatividad y la determinación.

  • Hacer comprender a los deportistas que si el entrenador los critica en los adiestramientos es porque desea perfeccionarlos.

  • Cuando se quieren obtener buenos resultados no hay nada que sustituya la presencia de entrenamientos cada vez más intensos.

  • Un autoanálisis válido significa casi siempre mejoramiento.

  • Transmitir a los jugadores que lo importante es mostrar al entrenador, en la competencia y en los entrenamientos, todo aquello de lo que son capaces; ¡no quedarse sólo en palabras!

  • Respetar a todos los adversarios sin temor alguno.

Extraído de la revista “Stadium”, N° 133, año 1989. Ver Editorial Stadium

Artículo traducido de la revista portuguesa "Treino desportivo", N° 7, 1988. Fuente original: revista italiana "So tutto/Basquet" (sin referencia de autor).

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